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El acebuche es un árbol de múltiples orígenes que fue domesticado en varios lugares durante el cuarto y tercer milenio a. C., en selecciones extraídas de diversas poblaciones locales. Como resultado de la hibridación natural y la domesticación muy antigua y el cultivo extensivo del olivo en toda la Cuenca del Mediterráneo, formas de olivos de aspecto salvaje, llamados "oleasters", constituyen un complejo de poblaciones, que potencialmente van desde formas salvajes hasta acebuches.


(2) Olivo silvestre o Acebuche. (Ullastre, Olivera borda)

El olivo silvestre se utilizó para modelar la corona de olivo con la que se premiaba a los vencedores en los Juegos Olímpicos antiguos. El antiguo olivo silvestre sagrado de Olimpia se encontraba cerca del Templo de Zeus, patrón de los juegos.

El acebuche es un árbol del maquis (o maquia, ecosistema mediterráneo formado principalmente por arbustos y matorral), en sí mismo en parte el resultado de la larga presencia de la humanidad. Se cree que el árbol esclerófilo se originó en la cuenca mediterránea oriental. Todavía proporciona el patrón resistente a las enfermedades en el que se injertan las variedades de olivo cultivadas. El aceite obtenido del fruto del olivo silvestre o acebuche se denomina acebuchina.


(3) Acebuchina, fruto del Olivo silvestre o Acebuche. (Ullastre, Olivera borda)

Los griegos recordaban que el héroe Aristeo, creador de las artes de la apicultura, la fabricación de queso y otras innovaciones del pasado más lejano, fue quien "prensó por primera vez el fruto de la aceituna". En el libro V de la Odisea, cuando naufragó, Odiseo fue arrojado a tierra, donde encontró un olivo silvestre que había crecido junto con uno que llevaba inosculado.

En el siglo IV a. C. Teofrasto, el alumno más prominente de Aristóteles, escribió una Investigación sobre las plantas que se sitúa a la cabeza de la tradición literaria de la botánica. Teofrasto notó el parentesco del olivo silvestre con el olivo cultivado, pero sus corresponsales le informaron que ninguna cantidad de poda y trasplante podría transformar kotinos (coronas de olivo) en olea (género de 34 especies de la familia de las Oleaceae).



Observó que las especies silvestres, como las peras silvestres y el olivo silvestre tendían a dar más frutos que los árboles cultivados, aunque de calidad inferior, pero que si se remataba un olivo silvestre, podría producir una mayor cantidad de sus frutos no comestibles.

El olivo silvestre o acebuche es un árbol de gran importancia histórica y cultural, además de ser una especie clave en el ecosistema mediterráneo. Su presencia en Ibiza y otras regiones del Mediterráneo es un testimonio de la rica biodiversidad de estas áreas y de la larga historia de interacción entre los seres humanos y su entorno natural.



● CURIOSIDADES
El acebuche, también conocido como olivo silvestre, es un árbol fascinante que tiene una historia rica y una serie de características únicas. Aunque es similar al olivo cultivado, hay varias diferencias clave que lo distinguen.

Por ejemplo, el acebuche tiene un aspecto más arbustivo y sus hojas y frutos son más pequeños. Además, a diferencia del olivo, algunas variedades de acebuche desarrollan espinas.



Pero quizás lo más sorprendente del acebuche es su fruto, la acebuchina. Aunque es menos carnosa y oleosa que la aceituna tradicional, la acebuchina es muy apreciada por sus propiedades nutricionales y organolépticas. De hecho, se necesitan unos 20 kilos de acebuchina para obtener un litro de aceite de oliva virgen extra (AOVE), pero este aceite es muy valorado por su alto contenido en compuestos fenólicos y casi el triple de vitamina E que el AOVE tradicional.

Además, el acebuche es resistente y se adapta bien a los suelos pobres y a la sequía, lo que lo hace ideal para la reforestación del paisaje mediterráneo. Sin duda, el acebuche es un árbol sorprendente con muchas curiosidades que ofrecer.



● LEYENDAS
La leyenda del acebuche y la luna

Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo, cuando el mundo era joven, había un árbol muy especial llamado acebuche. El acebuche era el más alto y el más fuerte de todos los árboles, y sus ramas se extendían por todo el cielo. El acebuche era el rey de los árboles, y todos los demás le respetaban y le admiraban.

Pero el acebuche no estaba contento. Él quería algo más que ser el rey de los árboles. Él quería tener un amigo, alguien con quien compartir su vida. Y un día, vio a la luna brillar en la noche, y se enamoró de ella. La luna era hermosa y misteriosa, y el acebuche pensó que era la compañera perfecta para él.

Así que el acebuche empezó a hablarle a la luna cada noche, y le contaba sus secretos y sus sueños. La luna le escuchaba con atención, y le respondía con suaves susurros. El acebuche y la luna se hicieron amigos, y pronto se convirtieron en amantes. El acebuche le prometió a la luna que siempre la protegería y la cuidaría, y la luna le prometió al acebuche que siempre le iluminaría y le haría feliz.

Pero su amor no era bien visto por los demás. Los otros árboles estaban celosos del acebuche, y pensaban que era arrogante y egoísta. Ellos querían que el acebuche les prestara más atención, y que dejara de mirar solo a la luna. Y el sol estaba furioso con la luna, y pensaba que le había traicionado. Él quería que la luna fuera solo suya, y que dejara de ver al acebuche.

Así que los otros árboles y el sol se unieron para separar al acebuche y la luna. Ellos le pidieron al viento que soplara con fuerza, y que arrancara las ramas del acebuche. Ellos le pidieron a la lluvia que cayera con violencia, y que ahogara las raíces del acebuche. Ellos le pidieron al fuego que ardiera con furia, y que quemara el tronco del acebuche. Y ellos le pidieron a la tierra que se abriera con ira, y que tragara el cuerpo del acebuche.

El acebuche sufrió mucho, y trató de resistir. Él le gritó a la luna que lo ayudara, y que no lo abandonara. Pero la luna no podía hacer nada, porque el sol la había encerrado en una jaula de luz. La luna solo podía llorar, y sus lágrimas se convertían en estrellas.



Al final, el acebuche no pudo más, y murió. Su cuerpo se deshizo en polvo, y su espíritu se elevó al cielo. La luna lo vio, y se llenó de alegría. Ella rompió la jaula de luz, y se escapó del sol. Ella corrió hacia el acebuche, y lo abrazó con amor. Ellos se fundieron en uno solo, y se convirtieron en una nueva luz.

Desde entonces, el acebuche y la luna brillan juntos en el cielo, y son felices. Los otros árboles y el sol se arrepintieron de lo que hicieron, y les pidieron perdón. El acebuche y la luna los perdonaron, y les dieron una parte de su luz. Así nacieron el olivo y las estrellas, que son los hijos del acebuche y la luna. Y así se creó la leyenda del acebuche y la luna, que es una historia de amor y de esperanza.

Fotos:
(1, 2,) 9oliveres.com
(3) coosur.com
(Otras) Voya@ibiza
(..)

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